Presente en todo momento
(Salmos 73:21-26)
Recuerdo que en muchas ocasiones cuando acontecían en mi vida sucesos que yo definía como malos, le decía a Dios: si realmente existes ¿Por qué no te apareces y solucionas esto?¿Por qué permites que pase? ¿Por qué a mí? Siempre esperaba que Dios apareciera con una espada poderosa y una larga capa, para proteger mi vida y las de mis familiares. Otras veces, esperaba con ansias, ese gran vozarrón diciéndome: tranquilo, estoy contigo, yo lo soluciono. Ni uno ni lo otro sucedía. Con el pasar de los días, los problemas se solucionaban y yo pedía perdón al Creador por mis palabras. No sé cuántas veces se repitió esta misma situación: yo molestándome por lo sucedido, Dios obrando de manera invisible y otra vez yo, pidiendo perdón por mis palabras. Con el tiempo aprendí que, Dios no era un justiciero de película, con una espada larga y afilada y un escudo de colores inquebrantable, al cual yo podía ver y tocar, no, no era así. Sin embargo, siempre estaría ahí luchando por mí, por mi familia, por los que piden su ayuda y por los que no; sus armas son mejores y más resistentes que una capa, una espada y una armadura.
De cada momento "malo", sin mediar palabra, el Señor siempre me dejó un consejo. Los momentos de necesidad, soledad o enfermedad únicamente han servido para aumentar mi fe, para conocer más a Dios y para darme cuenta que las cosas de este mundo son pasajeras, en cambio, las de Dios permanecen para siempre.
De cada momento "malo", sin mediar palabra, el Señor siempre me dejó un consejo. Los momentos de necesidad, soledad o enfermedad únicamente han servido para aumentar mi fe, para conocer más a Dios y para darme cuenta que las cosas de este mundo son pasajeras, en cambio, las de Dios permanecen para siempre.
Este aprendizaje acerca del obrar de Dios y de cómo se ve, no es nuevo, el salmista Asaf (director de coro en la época del rey David) ya lo había experimentado miles de años atrás, he aquí el salmos:
21 Yo estuve lleno de amargura
y en mi corazón sentía dolor,
22 porque era un necio que no entendía;
¡era ante ti igual que una bestia!
23 Sin embargo, siempre he estado contigo.
Me has tomado de la mano derecha,
24 me has dirigido con tus consejos
y al final me recibirás con honores.
25 ¿A quién tengo en el cielo? ¡Sólo a ti!
Estando contigo nada quiero en la tierra.
26 Todo mi ser se consume,
pero Dios es mi herencia eterna
y el que sostiene mi corazón.
Recuerda: Dios está contigo en todo momento, él pelea y lucha por ti, aunque no lo puedas ver, él está ahí. Dios te ama, no te abandonó antes, tampoco lo hará hoy. ¡Sigue confiando!
21 Yo estuve lleno de amargura
y en mi corazón sentía dolor,
22 porque era un necio que no entendía;
¡era ante ti igual que una bestia!
23 Sin embargo, siempre he estado contigo.
Me has tomado de la mano derecha,
24 me has dirigido con tus consejos
y al final me recibirás con honores.
25 ¿A quién tengo en el cielo? ¡Sólo a ti!
Estando contigo nada quiero en la tierra.
26 Todo mi ser se consume,
pero Dios es mi herencia eterna
y el que sostiene mi corazón.
Recuerda: Dios está contigo en todo momento, él pelea y lucha por ti, aunque no lo puedas ver, él está ahí. Dios te ama, no te abandonó antes, tampoco lo hará hoy. ¡Sigue confiando!
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